LA KARAKOLA​

EL arte concebido desde universos simbólicos occidentales-modernos, viabilizó una forma de construcción objetual que llevó a la exposición de éste en espacios asépticos. Así, el arte, se transformó en objetos cuasi ornamentales, donde las relaciones que se establecen son económicas o contemplativas. La concepción objetual del arte, entonces, terminó imperando como paradigma respondiendo a imaginarios capitalistas, definiendo que es o que no es arte, acorde al circuito económico al que representa. Descontaminado de toda relación con la vida y su cotidiano, con ese acontecer que huele y vive más allá de la pureza de la galería.

Las formas de construcción artísticas han intentado a lo largo de la historia; sobre todo a finales del Siglo XX principios de Siglo XXI, otras metodologías que piensen el arte en nuevos espacios de intercambio como las residencias artísticas; generando plataformas de trabajo, dislocando la construcción del espacio de creación del artista, trasladándolo a otras geografías donde se pueda trabajar. Sin embargo, la idea del cubo blanco, taller o atelier continua siendo moderna. Viajar a otro lugar para crear, pero en un espacio cerrado. Así, en muchos proyectos de residencias encontramos una buena intención pero sin poder superar la relación constructiva y solitaria del artista en tanto ser individual,  reproduciendo el espacio en blanco de la galería en el taller donde se desarrollan las obras, siendo el fin mismo de la residencia la “obra”.

En La Karakola, kasa de experimentación y konvivencia artística, comenzamos a cuestionar-nos, en tanto creadores como partes de un entorno para tomar a este, con todo su acontecer, como espacio de creación. La calle, y mas que la calle, el cotidiano, como lugar desde donde reflexionar-nos para desde los imaginarios colectivos comenzar a crear. Así nace la konvivencia artística no solo como posibilidad artística, sino, y sobre todo, política, desde donde pensarnos andinamente como parte de un todo. Creando desde la relación espacio-temporal un trabajo que desde las creatividades pueda proponer una vivencia que trascienda la mirada occidental de arte-objeto. Para desde la vivencia-experiencia, desde el intercambio de saberes construir no desde la individualidad, sino desde lo colectivo. Uno necesariamente en relación intersubjetiva con el todo, el cual nos modifica, nos muda; atravesándonos. Generando así cambios que comenzarán a ser parte de un algo que va más allá de la obra, donde el fin no está en ella. En la cual las creatividades trascienden al objeto, donde los imaginarios simbólicos ciudadanos comienzan a estar en relación armónica y la obra es parte de ese imaginario que se construye desde el intercambio de saberes, como hecho vivo, contaminado bellamente del cotidiano.

La convivencia artística entonces, nace para nosotros como posibilidad política a partir de la cual generar sentidos en el cotidiano del otro/a, siendo este cotidiano, el caudal estético desde donde crear. Encontrándonos con ese otro/a, con el espacio, y con uno mismo. Siendo este encuentro el punto de partida para otra posibilidad que trascienda al arte en su imaginario moderno, creando otro lugar para reconocernos en relación armónica con el todo. Trabajando conjuntamente. Así, el otro/a, deja de ser objeto de estudio, comprometiéndose con sus sentires de parte, y parte. En una colaboración creativa que lleva a significar desde nuestras realidades al arte, donde la konvivencia artística, es el motor que activa nuestros imaginarios culturales desde el encuentro en el espacio que habitamos.